Caminando con Cristo


La vida misma es un camino: algunas veces llano, otras lleno de piedras; en algunos tramos vas de subida, luego tienes que bajar (como la ley de gravedad)… sueles encontrar alrededor cosas hermosas que te motivan a seguir caminando, pero también existen esos obstáculos que te desaniman y te hacen cansado el camino.

Durante un tiempo de mi infancia fui un boy scout, una de las cosas que ahí aprendíamos era el ritmo de caminar y correr simultáneamente para hacer menos pesado el camino. Y en la vida así es: para hacerlo menos pesado a veces queremos correr, pero luego tenemos también que caminar y sobre todo, lo importante es hacer pequeños espacios de tiempo para detenernos, tomar aire y analizar si hemos seguido el camino justo o si conviene regresarnos.

Personalmente tengo un pésimo sentido de la orientación, en mi caminar siempre he considerado bueno detenerme y cuestionarme si no estoy caminando hacia un rumbo incorrecto; y suele suceder que tengo que comenzar nuevamente el camino por otra ruta… pero en la vida también hace falta tener un buen sentido de la orientación, no podemos ir guiados sólo por los astros, hace falta un buen mapa.

Pero más que un buen mapa, más que un buen sentido de la orientación y mucho más importante que llevar un buen paso, lo que sí es imprescindible en el caminar de la vida es saber que no vamos caminando solos, Cristo camina con nosotros como compañero y guía.

Es cierto que nos cuesta trabajo reconocer su presencia a nuestro lado, lo mismo que les sucedió a los que peregrinos de Emaús: caminaron con Cristo sin reconocerlo, pero en el fondo descubrieron que mientras lo escuchaban “ardía su corazón”.

¿Por qué no lo reconocieron? Quizá porque su tristeza y preocupaciones eran tan grandes que se sentían paradójicamente solos cuando no podían estar mejor acompañados. ¿Por qué nosotros caminamos por la vida sin reconocerle a nuestro lado y sintiéndonos solos? Cada quien responda… en lo personal creo que se ha debido a que en muchas ocasiones vamos tan ocupados viendo las piedras y baches del suelo, y vamos tan concentrados en el cómo sería de otra manera el camino, que no nos hemos fijado en el hermoso cielo de arriba y en el Amigo que nos acompaña y nos habla siempre.

No estamos solos, somos nosotros quienes nos aislamos de la presencia de Cristo, esperando en un diosito adaptado a nuestro tamaño y no querer ver el Dios inmenso que nos acompaña.

Finalmente, Cristo, no solo es nuestro acompañante en el camino, sino además nuestra fortaleza, nos nutre para que continuemos caminando y es ahí donde aprendemos a reconocer su presencia: bajo las apariencias de pan y vino en la Sagrada Eucaristía. Es entonces que aprendemos a ver a ese Jesús amoroso que durante siempre habíamos ignorado y que ahora se muestra más claro…

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Señor Jesús: gracias por ser nuestro compañero en el camino, pero sobre todo gracias porque no contento con ser el compañero, te haces el alimento y la fortaleza para que caminemos hacia Dios… pues tú mismo dijiste: “Yo soy el Camino”

Ayúdanos a caminar contigo y en ti, reconociendo tu presencia en cada paso que damos, sintiendo que no estamos solos, sino que tu caminas a nuestro lado y nos cargas cuando es necesario… Que sepamos encontrarte sobre todo en ese Pan que nos das como fuerza y vida para continuar. Amén.


Fuente: www.consentidodedios.blogspot.com

entren al blog esta muy padre ahi escriben jovenes, padres, adolesentes, piratas jaja etc entre ellos se encruentan Fonay, el P.Fernando y una que otra celebridad mas

Saludos y exito